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¿El mejor cassoulet del mundo? El de Castelnaudary, por supuesto.
Sí, así es como nos preguntamos qué es el cassoulet en nuestro país.
¿Cómo describir una cassoulet? ¿Una cassoulet real, buena y sabrosa? ¿Su color? ¿Su olor? Pues sí, todo eso.
Fue fabricado por los alfareros de Issel, un pequeño pueblo situado a 8 km al norte de Castelnaudary. En 1377, bajo los auspicios de Guillaume de Plane, señor de Issel, el italiano Jean Gabalda estableció un taller de alfarería en este lugar. Los objetos que se fabricaban en aquella época eran más bien artículos domésticos, hornillos, coladores, ollas, oules (ollas destinadas a hervir delante del fuego). La cassole, una especie de cuenco con el borde acampanado, era por tanto conocida en la región del Lauragais desde el siglo XIV. Y es esta terracota de Issel la que da al cassoulet su particular sabor.
El cassoulet, tal como lo conocemos hoy, apareció a principios del siglo XVI, con las alubias que sustituyeron a las habas.
Calientes o frías, estas pequeñas especialidades locales para descubrir in situ o para llevar.
El cassoulet helado, disponible en las buenas pastelerías artesanales La cassoulet helada no es tan conocida como la cassoulet caliente, pero es igual de deliciosa. Se trata de un helado (con posibilidad de diferentes sabores) en un cassolette de nougatine. Parece un cassoulet... ¡pero es un helado! Ideal en verano. En las panaderías se pueden encontrar muchas otras especialidades. Las Glorias, las Aleluyas o la tarta de Castelnaudary son otras de las maravillas a descubrir en Lauragais.